viernes, 4 de enero de 2013

La puesta en escena, ¿argucia o estrategia?

juandon



Si establecemos una manera de ser y de hacer en nuestras presentaciones en conferencias y desconferencias, podemos hablar delLa cortesía como una modalidad de manipulación por seducción (Greimas-Courtés 1990) que se fundamenta en un acuerdo previo entre interlocutores y en la circulación de opiniones y juicios positivos sobre las capacidades de ambas partes y a través de las que se establece una credibilidad y confianza que iniciará, continuará y finalizará el diálogo. Desde la perspectiva de la semiótica, el ejercicio de la cortesía se transforma manipulación de las identidades entre participantes (Álvarez y Espar 2002).


La cortesía se encuentra en la producción y en la expectativa del oyente que evalúa la acción comunicativa. El poder se ejerce a través del discurso; hay poder en el discurso y poder detrás del discurso. Cortesía y poder desde el punto de la semántica y la semiótica vista pertenecen a dos universos de sentido diferentes en nuestra vida cotidiana, sin embargo, pueden interactuar en la comunicación como mecanismos de seducción incluso según la teoría de Goffman (1967) configurando nuestros deseos a través de una máscara de lo queremos ser.

I por tanto, que significaría la descortesía dentro de la cortesía?  Según la teoría de la argumentación de Anscombre y Ducrot, la argumentación lógica y la argumentación discursiva no funcionan de la misma manera. 
La argumentación lógica se rige por unos principios invariables: manifiesta un número de argumentos preestablecidos que dan lugar a una conclusión; y, además, dicha conclusión es necesaria y automática —de ahí que se la califique como lógica—, y no posibilita, por tanto, la existencia de más de una conclusión. La argumentación discursiva, en cambio, no se guía por reglas lógicas, sino que depende de otros factores. Estos últimos permitirán que las argumentaciones discursivas produzcan conclusiones mucho menos limitadas que en el caso de las argumentaciones lógicas, por lo que si argumentamos, establecemos una cierta complicidad con los receptores, con nuestro público, tendemos puentes de cortesía, ahora bien, si optamos por un discurso y una argumentación discursiva, entonces podemos trspasar líneas rojas y ser más descorteses, lo que ahora llamaríamos, DISRUPTIVOS...

Si seguimos los tópicos, seremos corteses, si los rompemos, descorteses, pero quizás más provocadores y esto hará que el feedback sea mayor, que el grado de intranquilidad de nuestros oyentes, haga que piensen, palpiten, o por lo menos, esperen algo más...

Lo predecible hará que la gente ya sepa de antemano lo que les contaremos, lo impredicible, hará que en algún momento se sobresalten, aunque no estén de acuerdo con lo que digamos, o en parte, por supuesto...

Si bien es necesario tener organizado lo que vas a comunicar, también es conveniente prepararse para ser capaz de redirigir el mensaje, las ideas e incluso el formato, por otros derroteros, ya que por supuesto, el público "manda" y si eres capaz de hacer esto, salvarás cualquier situación de interrupción por parte de los demás, de autointerrupción por tu mismo, o por el cambio direccional y estratégico de tu exposición, por circunstancias que en ningún momento podían estar preparadas.

Lo implícito, lo podemos controlar nosotros mismos, aunque no lo tengamos previsto, pero lo explícito, ya no depende tanto de nosotros y es entonces donde nuestras dotes, plásticas, argumentales, intuitivas, culturales e incluso de "actuación", determinarán nuestras fortalezas y/o debilidades, en nuestro enfrentamiento ante cualquier situación.

.@juandoming