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Convendría, en fin, no confundir «Educación» con: escuela, estudios, exámenes, notas… La «Educación» de la que aquí hablamos persigue penetrar en el interior del corazón del ser humano y no quedarse en la superficie: motivar, despertar nuevas actitudes, abrir nuevos horizontes...
Te animo, pues, a que te sumerjas en el contenido de este sitio creado para ti y descubras otra perspectiva de la Educación, esa fuerza escondida, desconocida, que lleva implícita una auténtica Educación. La otra mirada sobre la Educación: el elixir que nos permita despertar del sueño en el que quizás inconscientemente estamos sumidos.
A más de uno le puede sorprender oír hablar de «Educación», pensando en personas adultas. Le puede incluso hacer hasta sonreír… Puede estar pensando: “eso de la educación creo que ya no es para mí”, “yo a mi edad...”. Es más, a veces oímos, entre algunos conciudadanos nuestros, el siguiente comentario:
- «Eso de la educación ya no es para mi»
- Seguro que no es para a ti?, le contesta su interlocutor.
- Sí, aunque no te lo parezca, también es para ti !!
Y es que hemos sido pacientes sufridores de una concepción y una práctica educativa tradicional, de una manera de entender la Educación, que se parecía más a “mostración”, a “enseñanza” que a auténtica «Educación», que estaba más ligada a los saberes “académicos” que a los saberes “prácticos” para la “vida”, entendida ésta en su sentido más amplio; una educación aislada de la vida y del entorno de la persona.
necesitamos nuevamente aprender a «vivir», no solo a «sobrevivir», en medio de unas sociedades abiertas y dinámicas, tan complejas como las actuales. La Educación tiene como una de sus finalidades primordiales el enseñar a «vivir»; enseñar a «vivir» en un sentido amplio y no solamente enseñar a “sobrevivir» en el ámbito y el mundo académico, sin relación posterior con la vida, sin conectar con las necesidades, preocupaciones y problemas reales de las personas. Hoy necesitamos estar preparados para desenvolvernos dignamente y “vivir” una vida de calidad en medio de la compleja sociedad actual: una sociedad mutante, llena de retos y de sorpresas.
Cada vez son más las personas de todas las edades que participan en procesos formativos. Muchos, jóvenes y no tan jóvenes, están a punto de finalizar un nuevo curso escolar tras unos largos meses de tenacidad y esfuerzo. Están concluyendo un nuevo periodo de estudio, de formación, en sus vidas. Cursos, lecturas, estudios, charlas y conferencias, talleres, visitas, salidas, viajes culturales… y todo ello para qué, ¿qué buscamos, qué perseguimos con ello?
A lo largo de esos meses habrán ampliado y renovado sus conocimientos, desarrollado sus capacidades, realizado infinidad de aprendizajes… pero más allá de cualquier aprendizaje y acreditación puramente académicos se encuentran las preocupaciones cuotidianas, la calle, la vida, y debería ser pensando principalmente en ella el sendero por donde debería transcurrir el quehacer educativo, eso que en algunos proyectos educativos de países en vías de desarrollo tan claro está: una «educación para la vida».
¿Cuál es, pues, el balance que cada uno puede hacer después de tan prolongado período de esfuerzo y estudio? Qué hemos sacado en claro tras tanto esfuerzo intelectual durante esos meses, qué enseñanzas, más allá de los aprendizajes puramente académicos, habremos conseguido asentar, … y todo ello tendrá alguna repercusión, alguna aplicación y utilidad práctica en nuestra vida, más allá de su sentido puramente utilitarista? Tantos aprendizajes habrán aportado algo a nuestro enriquecimiento personal, habrán servido para acrecentarnos humanamente, para mejorar cualitativamente nuestras vidas?
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